Cecilia Romano; Mercedes Araujo y Carolina Esses: Duelo $30




Manzana 49 (de Cecilia Romana)
Brazos cargando
baldes, ataúdes, piedras.
Brazos como cordones
sobre césped.
Una casa
que solía asustarme.

Estoy sola, a kilómetros de la manzana 49.
Vi casas. Techos fantasmas en miniatura.
Después, dos chicos persiguiendo cascarudos
devoradores de cruces. No vi paredes. Sólo techos.
Una canilla perdiendo agua. Hilo oscuro de agua
que cambia de un florero a otro. Rejilla cubierta
de hojas alargadas y, al oeste, humo humano
ascendiendo en forma de pino invertido.
No vi paredes. Estoy sola. Sin paredes
no hay miedo. Recuerdo el precio de una placa.
Mi mano en el bolsillo. Mi brazo sin mano.
Voz que dicta un nombre parecido al mío.

Mis omóplatos se abren hacia él.
Centímetros de silencio
detrás de mi vida.
Soy pie.
Tobillo que asciende
hacia la noche
completamente
abierto.
Y él no vuelve como lo recuerdo:
vuelve como no quiero recordarlo.
Móviles azules (de Mercedes Araujo)

Arranca la hierba con la mano
arranca las hojas de la rama
arranca las ramas.
Arrancando, la nube se acerca
y así consigue arrebatar relámpagos
a ese cielo lejano
desramar, arrancar
las hojas
desgajar
y, finalmente,
más tarde,
la lluvia llega.

La valija hecha y deshecha
torpemente
el ardor del sol y del viento
el descaro ingenuo de reír
cuando alguien pronuncia
la palabra murciélago.

Acaricia los rasguños en sus brazos
y la sangre corre sobre
un patio de agónicas baldosas;
ella corta violetas y
despedaza lirios.
En cada cantero, un malvón
rojo carne se empina.
Los perros gimen, los oye
volverse sobre sus pasos.
Huir. Huyendo, el veneno se apacigua.
El cuerpo se aplaca.

El lugar de lo mismo (de Carolina Esses)

Aves como hijas
Mezcla de barro y saliva
o ramas
hierbas secas, telas de araña
plumas, clavos
restos de piel, pelos
así nacimos.
como si una palabra
oblicua
nos borrara,
y en silencio
una capacidad de alas
nos nombrara de nuevo.

pichones diseminados
como puntas de flechas
como hijas
en la aridez del desamparo.

el tiempo
que cede,
transforma
lo quieto
(lo desarma)
algo que debía ser
recubriendo
como una superficie
que al desprenderse
deja lo nocturno
sin matices
lacerante


Lugar: Buenos Aires
Editorial: Ediciones En Danza
Año: 2005
Edición: Primera
Colección: 
Cantidad disponible: 1
Estado: Nuevo
Cantidad de páginas: 96