
Quien fuera de Buenos Aires -y hasta de ciertos barrios porteños- se diría que se sentía forastero (aunque metafísicamente universal), ahora leído y estudiado doctamente en Mar del Plata (íy hasta en Europa y Estados Unidos, que sólo conoció en mapas antiguos y cartas perdidas!). Ese Tiempo, poco estimado por él en Metafísica, ese Espacio o lugar desprestigiado en sus meditaciones, aquí reivindicados imponen su Existencia, y no, como Macedonia soñaba, su inexistencia. Estamos soberanamente hoy y aquí, en la esquina de Mar del Plata y 1997, genuina Realidad. El menos viajero y andariego de los pensadores, ahora dilucidado lejos de su barrio-planeta.
Es verdad que le gastaba bastante leer diarios y enterarse de las peripecias del mundo, que era su modo cotidiano de ver y andar el mundo, de viajar. Pero creo que jamás subió a un avión. A lo sumo habrá contemplado tierra y seres desde los trenes y algún auto, por lo demás poco usados, y es posible que su mayor vehículo informativo de realidad urbana fuera de casa hayan sido los tranvías, tan cómodos. Pero para no hacerlo aparecer tan poco curioso de ciudades y naciones -de la Argentina no creo que hubiera pisado mucho más que Buenos Aires, Córdoba, Misiones, y de América el Uruguay y algo del Paraguay- podría agregar que los hijos algo viajábamos por él, y le traíamos noticias del planeta, y desde luego de nuestros felices veraneos en Playa Bristol o en Playa Grande, y paseos por la Bristol o Playa Grande, y paseos por la rambla o por Camet o por la Brava o por Punta Mogotes. Sesenta o setenta años atrás.
Qué vergüenza le hubiera dado en vida que se lo estudiara, aquí en Mar del Plata, en ámbito eminente por voces y plumas ahondadoras, y no en la playa sino en la Universidad, no en la farándula estival sino en el recogimiento invernal, con cinco grados de frío en la calle. íQuién dice que se agotaron los milagros! De haberse Macedonio enterado en vida de algo semejante a estas Jornadas de Homenaje, supongo que hubiera agotado su capacidad de resistencia y postergación, su esfuerzo pro soledad y ausencia. Era genuinamente humilde, y a mi edad creo poder decir sin parcialidad filial que fue uno de los hombres más humildes que he conocido en tanto andar.
En fin, en los años de que tengo memoria, no sé que haya visitado Mar del Plata, aunque habría que computar la vez que estuvo por viajar y que yo lo esperé casi toda la noche en la puerta del hotel. Pero alguna vez conoció esta cuidad en su juventud, contemporánea de la juventud de Mar del Plata un siglo atrás, pues cierto día me contó una aventura alrededor del Faro, o del Torreón, entonces eminencias en la costa. Agregaría otro episodio seminovelesco, en Mar del Plata: La escena del capítulo "La ruleta" en la novela Adriana Buenos Aires, donde se intrinca en la teoría de la probabilidad y recuerda andanzas matemáticas.
Ahora Macedonio visita en mente la ciudad crecida, hermosa y cultísima, con amigos numerosos y fervorosos, y se deja conocer e interpretar con rara lucidez, y oye atentamente, como era su costumbre, y seguramente lo complace que la veraniega ciudad del mar y las algarabías y los casinos, sea la misma ciudad sintiente y pensante, y hasta metafísica, del invierno.
Adolfo de Obieta
Lugar: Buenos Aires
Editorial: Corregidor
Año: 2001
Edición: Primera
Cantidad disponible: - (Consultar)
Estado: Usado-Muy bueno
Cantidad de páginas: 103